Christian Reynoso
El 11 de febrero de 1990 Mario Vargas Llosa fue apedreado en Puno. Era entonces candidato presidencial por el FREDEMO y sus operadores políticos puneños le recomendaron que asista al estadio donde se llevaba a cabo el Concurso de Danzas con motivo de la Fiesta de la Candelaria. Los furibundos espectadores, sintiéndose ofendidos, pues vieron su tradición religiosa politizada, lanzaron desde las tribunas una lluvia de piedras y mazorcas de maíz que, si bien fueron retenidas por el jefe de seguridad haciendo uso de su casaca, no evitó que Vargas Llosa cayera al piso (1). Es la anécdota más conocida del paso del Premio Nobel de Literatura por Puno.
Este rechazo se expresó también en las urnas. En la segunda vuelta electoral presidencial de junio de 1990, en el departamento de Puno, Vargas Llosa obtuvo el 13.32% (36,375 votos) mientras Alberto Fujimori de Cambio 90, ganó con el 86.68% (236,710 votos). A nivel nacional, Puno fue el lugar donde el escritor obtuvo la más baja votación y Fujimori la más alta.
Años después en El pez en el agua (1993), Vargas Llosa escribió que en Puno “cometimos el error de confiar la organización [del comité departamental] a personas sin aptitud ni solvencia moral”. Añadió: “No olvidaré la impresión que me hizo advertir, en una visita a las comunidades del altiplano, que nuestro secretario departamental puneño trataba a los campesinos con la prepotencia de los antiguos gamonales”.
¿Quién fue ese secretario al que Vargas Llosa hace alusión? Pues, fue un conocido militante del Partido Popular Cristiano (PPC) en Puno: Dante Cabanillas quien estuvo acompañado de Oscar Frisancho Deza como Jefe de Campaña y Melchor Palomino Bejarano, que fue candidato a la alcaldía provincial.
Vargas Llosa también escribió –en relación al rechazo que tuvo en las regiones campesinas del Perú–, que en Puno “uno de los departamentos más miserables (y más ricos en historia y en belleza natural del país)”, todas sus giras, “fueron objeto de violentas contramanifestaciones”. Ello por “la resistencia del campesinado… a dejarse convencer” por su mensaje de reformas liberales, pero también, reconoció, por su “propia incapacidad para formular este mensaje de manera convincente”.
Quizá esta incapacidad a la que se alude, podría explicar, de alguna forma, la distancia que Vargas Llosa tuvo con la realidad de los andes, no obstante su acercamiento a ella a través de la obra de José María Arguedas y el indigenismo del que, “tanto en Lima como provincias –sobre todo en Cusco y Puno–, había un vigoroso movimiento de reivindicación del indio y de la tradición y la cultura quechuas”, según anota en La utopía arcaica.
* * *
En el universo narrativo de Mario Vargas Llosa, La ciudad y los perros (1962) y Pantaleón y las visitadoras (1973), son las novelas en donde se hace referencia al altiplano puneño. Curiosamente ambas novelas guardan un hecho común relacionado al destierro. En la primera, el teniente Gamboa al igual que el capitán Pantaleón Pantoja en la segunda, son cambiados por órdenes superiores de Lima e Iquitos a las “guarniciones” militares de Juliaca y Pomata (2), respectivamente.
Gamboa debe partir dejando su puesto en el colegio militar Leoncio Prado, luego del asesinato de un cadete. Pantoja dejará Iquitos como única alternativa que tiene para permanecer en el Ejército, ante la amenaza de ser dado de baja.
Aunque esto represente un castigo para ambos personajes, como lo sugiere Vargas Llosa, parecería, que los personajes reciben dichas órdenes con estoicismo.
A Gamboa le da lo mismo la guarnición de Juliaca o el colegio militar, según afirma. Además piensa en la posibilidad de aprender quechua, ver “muchas vicuñas” e ir, en auto o tren, de Juliaca a Puno y “darse sus escapadas a Arequipa, de vez en cuando”. Pantoja nombrado intendente de la guarnición de Pomata, deberá en este lugar “rehabilitarse” por el daño “involuntario” que ha causado al Ejército: la organización de un “Servicio de Visitadoras” (prostitutas) para satisfacer las demandas sexuales de la tropa.
Sólo el frío de la puna los asusta. Con cierta razón. “En la puna, verano o invierno es lo mismo”, dice el capitán Garrido a Gamboa. Éste, en broma, le propone un intercambio de sus puestos a lo que Garrido responderá que, “ni por todo el oro del mundo” se iría a Juliaca. Mientras que a Pantoja, el general Victoria le dirá: “En vez del calor de la selva, el frío de la puna”. Al igual que el coronel López López: “En vez del río Amazonas tendrá el lago Titicaca”. Y el general Collazos, con sorna: “En vez de visitadoras, llamitas y vicuñas”.
* * *
¿Cómo sería recibido ahora Vargas Llosa si regresara a Puno, luego del Premio Nobel? ¿Habría otra vez una lluvia de piedras? O tal vez sólo truenos y relámpagos, a manera de cohetes y castillos pirotécnicos, celebrando una reconciliación. “HACHAZOS DE TIEMPO”, como diría el poeta puneño Carlos Oquendo de Amat, revalorado justamente por Vargas Llosa cuando le dedicó su discurso al recibir el Premio Rómulo Gallegos en 1967.
Notas:
(1) A ello se suma el declarado agnosticismo de MVLL que, en medio de la campaña electoral, fue blanco de críticas.
(2) Juliaca, ciudad comercial, es capital de la provincia de San Román. Pomata, distrito de la provincia de Chucuito, ubicado cerca de la frontera con Bolivia. Se caracteriza por su bello paisaje a orillas del lago Titicaca.
Foto: MVLL en mitin en parque Pino, Puno. Febrero 1990.
Tomada por OVNI. Propiedad: Ch. Reynoso
Bibliografía consultada:
- “El pez en el agua”. Memorias. Mario Vargas Llosa. Seix Barral, 1993.
- “La ciudad y los perros”. Mario Vargas Llosa. Peisa 2001.
- “La utopía arcaica. José María Arguedas y las ficciones del indigenismo”. Mario Vargas Llosa. Santillana, 2008.
- “Pantaleón y las visitadoras”. Mario Vargas Llosa. Peisa, 1996.
- “Perú político en cifras 1821 – 2001”. Fernando Tuesta Soldevilla. Fundación Friedrich Ebert. 2001.
- “5 metros de poemas”. Carlos Oquendo de Amat. Edición facsimilar. Universidad Ricardo Palma, 2005.
Artículo publicado en la revista Cabildo Abierto Nro. 54. Asociación SER. Puno.
jueves, 2 de diciembre de 2010
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